CORRE el lapso
pero los secuaces de las intuiciones
ya me han desmenuzado el terciopelo.
No seré yo el que ahogue su fallecimiento
en la satisfacción de saber que un año agoniza,
fenece…, es asesinado por los registros
del confinamiento.
Somos arterias que buscan “destino”,
somos anotaciones escritas en servilletas
embellecidas por la lobreguez pegajosa
de la expiración o de la intranquilidad
que provoca saberse mortal.