Herida de nueva cuenta, llorabas caperucita,
esta vez no fue el colmillo, ni mis garras lacerantes
mas bien te duele el silencio que sucede el “hasta nunca”
no valen la pena los análisis ni las intrincadas teorías,
en este descomunal silencio hemos perdido los dos; nos
asaltó el instinto. Me traicionó la luna llena. De qué sirve
lamentar el presagiado destino; al menos muérete en paz,
pues alguien vio suspirar arrepentida la fiera sobre tus huesos.
Pasados estos llantos y sobresaltos, se repetirá la historia:
volverán al viejo lobo los errores infantiles, quedan mil
caperucitas e infinitas lunas llenas; hay hambres y
mucho tiempo e interminables maneras de volver a equivocarse.
No valen las previsiones ni largas exposiciones, el final
puede ser peor, si no regresan las niñas: quedan vacías mis
historias, muere de hambre esta pobre fiera.