El dueño, de pinceles perdidos,
dirimía en corceles vívidos
ese entrecejar encefaloplano
por un concierto de ideas,
disipando sublevancias.
Bajo un no dormir,
un no descansar en diantres
por magalladuras en la parte posterior
del dirigir una mirada a almas atentas.
La gata, en pechos fríos,
conciente de la paz magistral en dueños
venera y proteje aún cuando en retos la malogran..
Bonificada, capaz y solsticia en ese driblar
ajena y tan dirimidora de sueños,
todo eso se trasluce en su girar cabeza,
en su dulce manera..
Se transforma en absolutamente mía y solo mía
en ese entrecerrar párpados
aunque no concilie sueños, aunque siga
en esa hipnotizante necesidad del despertar,
la considero a mi merced y a mi cuidado
en cuanto cierra sus hermosos ojos de reina..
Sonríe en verter animal
y dá besos mientras cierra ojos,
como queriendo sentir mas certeramente
su propia dulzura y su nobleza de criatura
sin culpa alguna.
Se aman pero están locos.
Se tuercen porque vuelven
al estado de materia primera.
El dueño, nuevamente,
vuelve al corazón de donde salió.
Se fiaba de su hazaña,
cuando ni palpita al son de la vida.
Entiende un todo, y la nada lo asusta,
entonces, no puede saltar,
tan sólo quiere estirar y tocar.
Pero la ley de gravedad no anima a dejar
y hasta se convierte en abogado de ésta
en dias de pensamientos,
de depresiones malsanas.
Lidera el no se qué
del mantener por décadas
un saberse cuasi amorfo en espejos,
y magnifica ese estado
hasta ya delirar y reir, reir y reir,
estando mas allá del sonrojar.
Delibera entre un aterrizar pleno en luz
y un desdeñar por el vértigo maltrecho
a causa del extrañar..