Y estaba ahi tu silueta de mujer,
detrás de aquel árbol grande y frondoso,
que por mas que lucía tan hermoso,
jamas pudo compararse con tu ser.
Y yo ahi; contemplando aquel ayer,
mientras de tu cabello tan sedoso,
emergía un manto nebuloso,
que cubrío el sombrío atardecer.
Y en el árbol aquel, donde la tarde
perpetuo su imagen silenciosa,
puedo ver renacer la llama que arde,
y perecer sobre el viento la rosa;
esa con quien la mano fue cobarde,
al cortar de raíz... su vida amorosa.