Un campesino iba apresurado
con su mulo cargado de vegetales
camino directo hacia el mercado
a escuchar ofertas comerciales.
Vender el producto de su cosecha
era parte del diario sustento
aprovechando la hora y la fecha
para vender el fruto de su esfuerzo.
Un mercader lo vio llegar
y no se interesó por fruto alguno
sólo le quiso ofertar
un buen precio por el mulo.
Y el campesino sin entrar en cuenta,
bajó la carga del jumento,
recibió el dinero de la venta,
y entregó el animal sin miramientos.
Y como no vendió nada más ese día
perdone sin con este verso lo asombro,
al ver que recogió del suelo su mercancía
y regresó a su casa con ella en el hombro.
Cuantos campesinos habrá como este
que se atreven a vender lo invendible,
sin importar lo que esto les cueste
y hasta pasan de tontos y risibles.