Hermosas violetas
posaban tus sienes,
más tiernas que nunca,
más blancas que nieve,
y el viento muy leve
a los días deshojaba
en aras del tiempo.
Hermosas violetas
que no se marchitan,
que viven tranquilas
en tus ojos que incitan.
Y las hermosas violetas
se volvieron eternas,
por los años que pasan,
por la fragancia que exhalan,
y por todos estos prodigios
se parecen al alma tuya
y se comportan
como tu alma santa,
y luego se descuelgan de
de tu caballera negra,
oscilando como
ramillete de terciopelo,
para seguir adornando
a mi amor de primavera.