En las obligadas horas lejos de ti,
cuando con lentitud transcurre cada segundo
y se hace más perceptible tu ausencia,
para apaciguar y sobrevivir al dolor,
me apoyo en el recuerdo
de tu sonrisa genuina,
del olor de tu piel lozana,
del apacible balbuceo
de tus indescifrables primeras palabras,
del misterio de tus miradas limpias y profundas
que desinteresadamente me prodigas
en los momentos en que extenuada
por el cumplimiento del protocolo de las tareas habituales,
arribo a ti y con afecto sincero y desbordado
te tomo en mis bazos
para proporcionarte calor y vida
a través de mi fértil pecho,
y en arrullo suave y fraternal,
acallar tu llanto y disipar tus miedos,
mientras embelesada
te veo adormilarte
sintiéndote seguro
junto a mi corazón,
y en medio de un gran diluvio de besos
musito junto a tu pequeño y delicado oído
que mi vida es tuya.
POR: ANA MARÍA DELGADO P.