Fue nuestro primer encuentro
dulce que en la boca se deshace,
caricia llena de pasión.
Recuerdo tu dermis terciopelo negro
contrastando con la leche de mi piel,
tus manos, instrumento de placer,
descarga eléctrica que me cimbra
que me arrastra a soñar,
que me induce a pedir
que me ames más,
si… más, más y más.
Tu boca, lúbrica,
mágica arma que recorre mi cuerpo
dejando a su paso
senderos de éxtasis y embeleso.
Tu lengua, fuego eterno,
que pide y entrega todo
néctar de los dioses.
Tus ojos, ventanas del alma
eurítmicos emisarios
de tiernos mensajes sensuales,
que me hacen sentir tan amada.
Tus dedos, largos, delgados
recorren mi ser con calma,
detallan todos mis recovecos,
produciendo un concierto voluptuoso
en el que nuestros cuerpos
son instrumento de un deleite sin igual,
en un instante nuestros cuerpos se unen,
se enlazan, se enganchan,
ritmo y ternura, delirio y anhelo
y en el instante final
te estremeces… me estremezco,
se unen alma, mente y corazón
emitiendo una oda al amor,
panegírico canto del espíritu
del cuerpo y de la emoción.