Tu nombre -hermosa mía- me suena a mar calmado,
a nieve condensada en las alturas frías.
Tu nombre es la promesa feliz de todo humano
y vibra en mis oídos con ecos reposados.
Tu nombre suena a agua luchando con el fuego,
tu nombre en las alturas parece un Dios mirando.
Tu nombre, en el silencio, me suena a leves manos,
a cántaro vacío y a beso consumado.
Me suena a flor celeste ansiando el alto cielo,
a ruido de paloma estática en el nido,
a gotas de granizo fundiéndose en un árbol,
a flauta de poesía, nocturna y misteriosa;
a siembra de frutales y a la cosecha misma;
a madrugada bella en sierras estivales,
a régimen de río, fecundo y tan constante;
a roca traspasada por la corriente fina;
a la caída libre del cuerpo más sencillo;
a la pasión que lleva la tórtola en su vuelo,
a signo de estaciones y a luz de luna inmensa.