A veces, me pareces ausente.
no te alcanza en el túnel del sonido.
Quizás solo me parece y no es realidad.
A veces, el agua de tus ojos,
es tan lejana que no puedo enjugar los míos.
Mi recuerdo los olvida, en actitud de cofradía,
Parece que en mi mano solo cabe tu vacío.
Antes entrabas en mi, y
mi amor violáceo enardecía
en el delta de tus labios amazónicos.
Ahora cuando sales, tus besos
de amuleto sin refugio no son besos.
Sólo un roce anatómico.
Tu risa se me disipa en la niebla gris, y
de la luz de antaño, solo queda un titilo
de luciérnaga agónica, y húmedas paredes en el alma.
¡ Oh, cuantas veces ame tu recuerdo ¡
¡ Sal con tu luz de enamorada, sé que no estás ausente ¡
Pasea tu blanca lejanía a mi presencia.
Sal como cuando emergías del barro
con tus pies de resina y de tus dedos
de frontera ardían los prados,
quemando en tus caderas la cosecha total del trigo.
Sal con tu boca de corazón en brecha y
tu fragante esencia de pino, y del mar de los
hinojos crecientes, vuelve con el secreto de donde nacieron tus ojos.
No es de mí de quien huyes ni de mi amor.
Soy yo el que te excluye con una inyección de anestesia.
No puedo eludir las excusas.
Sé que estoy irremediablemente enamorado
del cubículo de tu corazón, y
en el pasillo del fragor, donde el lecho arde encendido
tu natal rocío es intenso y fluorescente.
¡ Sé que no estas ausentes ¡
Porque huelo tu presencia y adivino la hora de la luz.