Entraste en mi casa estabas llorando, muy apenada
Te abrazaste a mi cuello… tus labios muy cerca, de los míos. Demasiado cerca para resistir, la tentación de no besarlos.
Mire tus ojos llorosos, y te bese, si bese tus labios carnosos
Abrace tu frágil cuerpo sentí… tu calor muy dentro, muy dentro, de mis venas
Sentí… tu pecho en mi pecho, y fuego, mucho fuego, en mi sangre
Me sonreíste entre lagrimas, me dijiste que tu gran amor te abandono
Y sentí una gran ilusión…no sé, que me paso, estaba disfrutando de tu dolor
Pero era ese dolor el que hacía que tus brazos me abrazaran… que tus labios me besaran
Que tu cuerpo, se asiera al mío, se acercara a mí, para llenarme de calor, para despertad en mi toda la sensualidad, que emanaba de mi interior…Haciendo que todos los músculos de mi cuerpo, se tensaran y endurecieran, hasta el extremo de que me dijeras.
-Por dios que haces.
Yo me sentí avergonzado… y me dé fie, de tu hermoso cuerpo.- Perdón. Te dije.
No importa. - Me susurraste, y me apretaste fuerte muy fuerte…besando de nuevo mis labios
Haciendo que de nuevo el fuego comenzara a quemarme todo hasta que comenzó a fluir el elixir, y la sabia de tu cuerpo y mi cuerpo, de tus deseos y los míos, de tus caricias y las mías.
La alfombra quedo desecha, los cojines del sofá por los suelos tus ropas esparcidas por toda la casa…pero tu cuerpo y mi cuerpo fundidos en uno solo…como dos gotas de agua en el mismo baso.
Autor: Joaquín Méndez. Reservado los derechos. 05/01/2011.