Hoy encontré una amiga, oscura de tristeza
al leer en sus ojos, dolor y soledad
la tomé en mis brazos y entrecortadamente
me contó su tragedia, de amor y de maldad.
Su esposo era alcohólico, rechazaba su afecto
su vida era de llanto, sacrificio y dolor
eran sus sueños muertos, sus ideales perdidos,
su vida fracasada, sepultado su amor.
La apresé entre mis brazos, la apreté fuertemente,
se mojaron mis ojos, me empapé en su pesar
la besé en los cabellos, escuchando en silencio
una historia que nunca, pensó que iba a contar.
No quería consejos, solo un pecho de hermana
quería sentirse amada, para volver a amar
nada de condolencias, tan solo unas caricias
un poco de esperanzas para poder soñar.
Visité a los enfermos y encontré una niñita,
de ojos grandes y tristes, de mirada perdida
una negrita linda, una negra bonita,
prisionera del cáncer, sentenciada en vida.
La cogí de la mano y le hice unas caricias
pedí que me converse pues vi su soledad
me aferró fuertemente para que no me vaya
quería compañía, quería una amistad.
La abracé emocionada, la bese en la mejilla
la luz de una sonrisa iluminó su faz
me adoptó como amiga, y me contó su historia
el miedo se fue de ella y retornó la paz.
Quiero dar mi ternura, el calor de mis manos
como a mi hijo grandote, que hoy vino a jugar
con cosquillas y risas, con abrazos y besos
recién he comprendido: no hay edad para amar.
He perdido la fé, ya no creo, ahora sé
yo sé que Dios existe, he vivido con Él
el llanto de una amiga, los ojos de una niña
las caricias de mi hijo, la ternura, el amor.
Él ha estado en mis manos, ha sido mis caricias
mis manos son benditas, son moradas de Dios