La fisonomía de una calle solitaria
bajo un cielo nublado de otoño
me doblega el espíritu
entre alegría y tristeza.
Los cierros de las casas, las veredas,
la tierra o el pasto,
la cuneta y la calle;
el tendido eléctrico y los árboles.
Todo me ve pasar en silencio,
y aun el viento ausente
me muestra un paisaje quieto.
Avanzo sin querer avanzar.
Quiero quedarme en esta calle;
las hojas quietas en el suelo
quieren estar conmigo, lo sé;
mientras yo miro su agonía amarillenta
y silenciosa,
ellas murmuran entre sí
y describen mi ojos.
Una calle solitaria
para un solitario.
Un beso de nostalgia
para el alma de un nostálgico.
Una fotografía de un día de otoño quieto
guardada en la mente de mi álbum fotográfico.