PARA...AÍDA.
Qué lástima que tenga que pedirles permiso a mis huesos
a mis brazos -a mis manos-
A mis pobres palabras que brotan de mis labios
y a mis ojos que se cierran
para encontrar el sueño.
Qué lástima (es cierto)
Porque para decir -“te quiero”-
El silencio de la noche lo pasea libremente
hasta llegar a tu oído lejano
sensitivo.
El vaso de agua que sorbo -la comida que ingiero-
Revuelven las palabras más sencillas en el cuarto vacío
(acércame tus labios alma mía
y bebe de los míos el último suspiro que me quede)
Tu cuerpo en mi cuerpo
es la flama en la vela
y el sudor es la cera que escurre
por tus poros.
Qué lástima (qué lástima)
Es decirte -te quiero-
En el lejano instante de no tenerte cerca