En un punto vago y confuso de un mundo sin coordenadas,
era una calle abstracta que no se alejaba nunca
y olvidada por la hierba de la tierra,
algo así como la quinta esquina del viento.
Yo escuchaba ensueños de primaveras interminables,
plateros alegres, tonterías invencibles,
hojas torpes que caían en precisas sombras,
vientos difíciles que entretejían variedades del otoño,
amarillas luces matinales y tardes,
hondas melancolías orbitales.
El viento joven de unos pasos sopló en mis ojos algo distinto
para mirar a una muchacha de luna que venía con las hojas del silencio.
Caminaba con una niña atada con miel a sus brazos
de una edad que solo mi sangre podía adivinar,
pues sus dos manos jugaban con el aire a construir una luz invisible.
Los cabellos de la pequeña se mecían en un vaivén inefable;
oscuros y finos, brillaban como hilos de espejos
que en instantes acuchillaron mi pecho
rompiéndolo en astillas trémulas.
Hay una veterinaria en esa esquina
y jaulas de maderas y metales grises;
una jaula encerraba avecillas que brillaban,
aleteaban, oleaban como la vida de la lluvia
encerrada en nubes incomprensibles,
como la luz joven de una vela interminable.
La madre acercó urgente y dulcemente
los ojos de aquella niña a esa jaulas,
la niña invadió su boca de sonrisas,
sus manos se incendiaron de alegría
y brilló como un diamante inmenso,
denso e interminable.
Emocionadísima, quiso tocar mas allá de esas jaulas,
de esas almas, de esas vidas algo indescriptible.
Alguien hubiera visto mis ojos en ese mundo ciego,
hundidos en un mar de tristezas,
Las tinieblas tejieron el lazo en mi cuello
y mis pies se acomodaron para romperse al vacío.
Sentí en mi boca quebrarse las compuertas del llanto
como las cenizas de un árbol que el viento
dispersó al olvido con un relámpago triste.
Y mi alma lloró agarrada a las paredes
del muro triste de mi existencia vacía.
Lloré como nadie en la vida ha llorado,
como nunca volveré jamás a derramar el mar
hacia la hediondez poderosa de la ausencia,
en esta red oscura, tristísima e inacabable
de la vida sin la fragancia de tu niñez exacta
en el jardín de tu infancia que construyó agosto
tan solo para ti.