marc inoa

II

los días pasaba tocando las pálidas teclas del piano

Y yo la miraba sonriendo oyendo su vida vibrar

dejaba con prístina fuerza su espíritu andante en sus manos

al piano risueño que amaba oír a mi hija tocar.

 

 

  Tocaba las piezas más suaves con aura de ángel de sueños

y entonces mirábame riendo sus ojos brillaban sin par.

¡Qué bellos los ojos de mi ángel! ¡Qué llenos de gracia y de sueños

estaban y dábale a todo que oyérala el piano tocar.

 

y luego que el piano paraba le daba un aplauso del alma

 y ella brindábame un fuerte abrazo y me hacía volar.

Mi estrella de manos de oro; la niña de acordes de calma

 los días pasaba tocando las liquidas teclas del mar.

 

las noches contábale un cuento de reinas princesa y hadas

 y cuando dormía mirábala con plácido orgullo soñar

rozaba su risa en silencio y así me escurría entre nadas

dejando al ángel armónico sus alas de bien descansar.

 

¡Los días pasaban sonando las mágicas notas del mundo!

Y el piano, ya fúnebre, ahora llorando en la esquina del mar,

entona en mis manos de luto los bellos nocturnos profundos

que entonces, con viva armonía, mi ángel solía tocar.