los días pasaba tocando las pálidas teclas del piano
Y yo la miraba sonriendo oyendo su vida vibrar
dejaba con prístina fuerza su espíritu andante en sus manos
al piano risueño que amaba oír a mi hija tocar.
Tocaba las piezas más suaves con aura de ángel de sueños
y entonces mirábame riendo sus ojos brillaban sin par.
¡Qué bellos los ojos de mi ángel! ¡Qué llenos de gracia y de sueños
estaban y dábale a todo que oyérala el piano tocar.
y luego que el piano paraba le daba un aplauso del alma
y ella brindábame un fuerte abrazo y me hacía volar.
Mi estrella de manos de oro; la niña de acordes de calma
los días pasaba tocando las liquidas teclas del mar.
las noches contábale un cuento de reinas princesa y hadas
y cuando dormía mirábala con plácido orgullo soñar
rozaba su risa en silencio y así me escurría entre nadas
dejando al ángel armónico sus alas de bien descansar.
¡Los días pasaban sonando las mágicas notas del mundo!
Y el piano, ya fúnebre, ahora llorando en la esquina del mar,
entona en mis manos de luto los bellos nocturnos profundos
que entonces, con viva armonía, mi ángel solía tocar.