Al desvestir la mirada,
te doy mi verbo, así,
como una invitación robada,
que deja de reprimir su secreto.
así como la luz de mi duende,
es de mi rostro el amuleto.
Al desvestir tu mirada.
rebota el gesto,
y apenas lo amarro
a su sortilegio,
soy cómplice de lo que pienso
y me llevo lo que esconde, su sesgo.
Al desvestir tu rostro y recuperar tu gesto,
me voy con el instante a mi mejor momento,
doblo mi noche para que quepa el arrabal
de tu espejo, donde se encuentran tus ojos
y se resume ese encuentro, un recuerdo
que me deja el corazón en el cielo.