Atado al minuto,
cargado de horas,
va mi espíritu siempre adelante,
sin horizontes de eternidad.
Mis pasos son marcados
al compás de las agujas,
-intangibles rejas de la vida-
sin pisar su esfera de cristal
dura y vieja como el mundo.
Al nacer,
me uniformaron con la chaqueta del tiempo,
adornada de segundos.
Y mi vida se quebró en meses, años, días y noches.
Y mi mano izquierda sigue esposada con una esfera de oro,
que valora mi condena.
La canción de mis pasos tiene eco en las torres
con sonidos de bronces,
que anuncian mi penitencia.
¿Soy prisionero del tiempo?
¡Fui prisionero!
Ahora descanso en la esfera del mundo,
escuchando mi silencio
-unidad de mi vida-
con horizontes de eternidad.