Pobre niño, no llores
si el muñeco de nieve
ya es sólo agua.
Agua dulce y pura,
como tus labios.
Recógela deprisa
con el secante de tu ilusión,
en la caja de tus juguetes,
que mañana será tarde
y tu hombría se ahogará,
ignorante,
en la charca de tus sueños infantiles.