Había una vez en un profundo bosque, de un lejano país, donde vivían una multitud de hadas, duendes, elfos, troles y gnomos. Todos ellos tenían su actividad y jamás se prestaban para otra. Eran muy estrictos con ella, sin embargo había una pequeña hada , con alas rosadas, cuya forma era igual a las de las mariposas, y estaban coronadas por bellos puntitos de muchos colores, pero los mas notables era su tono de piel , que era de color de la miel, al igual que sus pequeños, luminosos y atentos ojitos.
Ella recorría todo el bosque, conocía a todos los habitantes, era poco temerosa y en cuanto oscuro y tenebroso lugar existiera, donde los demás habitantes no se atrevían a llegar, ella sin temor lo recorría. Por eso, cuando algo o alguien se perdía o necesitaba ayuda, todos recurrían a ella, pero antes de ser llamada, ya estaba allí.
Solo algo estaba terminantemente prohibido para todos los vivientes del bosque, salir de el, pues fuera de sus limites, existían grandes y feroces animales.
Tal fue así que un día su deseo de ayudar y conocer pensando que más allá de los límites del bosque podrían existir otros seres que necesitaran de su ayuda, se animo ha salir de el.
Se encontró con un enorme prado de brillantes herbazales, de increíbles tonos dorados y rojizos con poderosos árboles de altísimas y verde fronda. Al llegar al primer árbol de poderoso y añoso tronco, vio como una multitud de perlas doradas volaban en todas direcciones, eran abejas asustadas que intentaban, que un enorme oso marrón que solo poseía un ojo de mirada atroz, no le arrebatara cruelmente la miel de su colmena.
Valientemente, la pequeña hada voló sobre el feo animal y este en su intento de atraparla, trazaba en los cielos bellos arcos de dorada miel. Fue así que en un momento, la diminuta hada, se poso sobre el hocico del rudo animal, al verla este, sus encendido ojo de furia se apago, cayó su ronca voz y mansamente... se sentó sobre su trasero, con mucha dulzura alzo su tosca y pesada mano de afiladas garras y con mucha suavidad, sus delicadas alas tocó. Y de la valiente hadita una graciosa sonrisa arranco. Como ella habla todos los idiomas, con cariño al enorme oso le expreso lo siguiente. Que para tomar la miel no necesitaba destruir toda la colmena, que ella en un acuerdo con las abejas, conseguiría que a su tiempo, ellas le dejaran tomar su porción. y así fue cerrado aquel justo trato.
Pero en la alegría del duro animal y sin querer, su garra cerro, y al abrirla en ella yacía sin vida, la pequeña hada de alas de mariposa; ya su tez no tenía el color de la miel.
Absorto la miraba, suavemente sus quebradas alas sopló, una salada y dorada lágrima de sus feo ojo brotó, entre su duro y áspero pelaje al suelo rodó, estallando en mil perlas de infinito dolor.
Cuenta la leyenda que por las tardes, cuando las sombras se alargan en el horizonte, al dormir, un enorme oso marrón de feo ojo y duro corazón, llora lágrimas doradas de miel y de cada lágrima nace una pequeña y fragante florecilla de pétalos rosados, con forma de alas de mariposas, con bellos puntitos marrones de color miel. Y se cuenta además, que quienes la recogen, al llevarlas a su oído, escuchan claramente como gime su dolor el rudo animal y como ella le expresa su eterno y dulce perdón.
Este es el final que jamás deseo mi corazón.
L Mont.