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Esta vez sucumbieron las flores de mi jardín, aquellas que permanecieron opacas mientras yo soñaba despierta.
Qué si mi oído al unísono sonido dejó ir, fue cosa extraña. El olvido que no es costumbre se aferró a mis entrañas y me levantó al vuelo, tan lejos, que hasta el viaje corto se hizo eterno.
Y en la vida, mientras transitaba por ahí, tropecé con una pequeña grieta. Que si me detengo a repararla, llega el final de mi trayectoria y no me daría por enterada.
Pero, la piel mía siempre estuvo al tacto y los sabores y olores en gusto, olfato. Qué si por alguna razón descubrí muy tarde que vienen de mí y no a mí, fue cosa rara.
¿Qué si perdí la visión de lo mío y solo observé lo ficticio? La ceguera es de aquellas cosas que en vez de ver lo máximo ves lo mínimo.
Y entonces ¿Por qué sí siempre estuve en el jardín no se me ocurrió regarlas, sacar las hojas secas, desmalezarlas? ¿Por qué si alguien pasó en frente mío, no me advirtió? ¿Por qué no se nubló el cielo y cayeron gotas cuando lo necesitaba?
Fiorella P. Sanz
(Fiorpz)