En el desierto más inopinado, arropado con la sombra del sol, corría Lam incansablemente. Era perseguido por un pirata que llevaba una navaja negra para clavársela en uno de sus pulmones.
La arena parecía muy sólida, era extraño.
El sabio Lam, se impulsó pegando un salto al otro extremo y cayó sobre una montaña que se alejaba a un poblado.
El malvado pirata había caído en el inmenso hueco que se cerreba por las arenas movedizas.
Fiorella P. Sanz
(FiorPz)