Y entonces al suelo llegaba,
la lluvia incesante de sangre.
Un río de llanto agobiante,
cayóse de su alma rasgada.
Dolía profundo la herida,
causada sin fe o por piedad.
Dejóme una eterna agonía
la espada de mi soledad.
Herida mortal caprichosa,
quitáis el descanso de mi alma
permite por ser bondadosa
que muera mi amor en la calma;
de un cielo que tú prometiste
ser mío por siempre en lo eterno
de un paraíso que hiciste
que ahora sea solo un infierno.
Un collar de espinas usaba
con devoción casi religiosa
Sus espinas envenenadas
son besos dulces. Labios de rosa.
Que alejóse de aquella capilla
llevando sagrado tesoro
Sus palmas la luz escondían
a un corazón que es de oro.
Sus ojos ardientes miraban
la daga en mi pecho clavada.
Con ella de mi se alejaba
el alma que fueme arancada
El último aliento escapaba
del pecho a los labios salía,
mis ojos que ya se cerraban,
lloraban al ver que se iba.
Se iba mi alma, mi vida,
mi sueño o más bien pesadilla.
Tras tu muerte junto a la mía
quedóse una fría capilla.
D.R.N.P.