Anoche mientras el cielo dejaba caer sus primeras lágrimas de otoño acomodando unas pocas estrellas para lucir mejor, un escuálido escalofrío invadió mi habitación, los recuerdos que hilvana mansamente en tu ausencia, fueron transformándose en hurañas dagas que comenzaron a hincarse en hileras de rencor...
no lo cuentes, me dije! Será nuestro secreto. Pero el tiempo y la escritura van haciendo esto, a veces se imponen edificando amor y otras en un plan mas siniestro vociferan lo atragantado en el pozo del destino.
Necesitaba oírte, silenciar al fantasma gritando ausencia de carne o al menos contarte un rato de este sentimiento que es tan enorme como pequeñas mis manos, este amor que resulta tan difícil disimular cuando emana por los poros y si -ya sabes como es- se nota y no te permite renunciar, ¡pero no lo cuentes! será nuestro secreto…
Oda a tus manos
¡Oh gallardas manos,
cuencos de azúcar,
caricias de espuma
refugio grácil de mi piel.
¿Que te convierte
en ciego y verdugo?
en ápice de mis locuras
y vértice de mi ser.
¡Oh delicioso sésamo
manto de brumas
bálsamo de mis menguantes
capullo de miel.
Porque me abandonas extinta
y me condenas súbdita
a este exiguo querer!