FIDEL HERNANDEZ

Un llanto amargo por Federico García Lorca

¿Dónde estaba la luna?

Dime, Federico, tu luna, ¿dónde estaba?

Tal vez no quiso ver tu agonía

en esa noche macabra…

 

Y la madrugada se vistió de amapolas

en la cuneta de una carretera apartada...

¡Barbarie del hombre

que no tiene entrañas!

Verde que te quiero verde,

matanza de inocentes,

verde de muerte

que no verde de esperanza...

Y se callaron tus palabras

apagadas con olor a pólvora

en esa tierra gitana,

en esa tu amada tierra,

tierra de tu Granada,

en aquel año de desgracias

en que hermano contra  hermano

tuvo que enfrentarse cada mañana…

 

Y ese día, precisamente ese día

en que no quiso asomar la madrugada,

unas extrañas estrellas

en uniformes verdes lucían,

uniformes que vestían sombras,

estrellas sin alma

que no te dejaron morir

dulcemente en tu cama;

por almohada fue el tomillo y la albahaca,

por sábana, sólo la fría escarcha…

Luego,  hicieron desaparecer tu cuerpo

en una fosa compartida y agria;

sepultura sería para tus huesos,

verde viento, verdes ramas;

mas no pudieron enterrar en el suelo

tus valientes y  amantes palabras...

 

¡Ay, Federico!...

Dime, amigo mío,

te lo pregunto hoy

con un  nudo en la garganta,

tragando una saliva muy amarga…

¿Por qué se callaron los gallos?

¿Por qué los cuervos graznaban?

Y… ¿por qué lloró aquella noche el duende

de tu querida Alhambra?