Se escucha la voz hija del lamento,
que se hace día en mitad de la noche,
que se viste de verdad entre delirios que agonizan
y suplican la luz regalada del nuevo amanecer.
Se escucha la voz del poeta perdido entre sus versos
buscando otro corazón donde llegar y morar;
otra voz que me invite a soñar,
que me lleve lejos, lejos para no regresar;
no regresar al vacío de la noche sin sueño
ni del mañana perdido, sin rumbo ni dueño.
Una voz cálida que calme la pena,
que se abra paso entre el mar de indiferencia;
que llegue nítida como este poema,
que sacie la sed y apague el fuego que el alma quema.
La voz de la emoción,
de la vida y la muerte;
la voz que se hizo canción,
la que siento y escucho,
por la que vivo y la que lucho,
la voz que me llega viva por quererte.
(Jpellicer)