En el vientre de mi madre
escribí mi primer poema.
Y luego, otro y otro más.
Cuando sentí los latidos de su corazón,
se arrebujaron en mi almita
ángeles cantores y juguetonas estrellitas.
¡Cómo arrullaba entre suspiros
la portentosa recolección de ilusiones!
A veces la sentía orar pidiendo mi felicidad,
otras la oí llorar creyéndome insatisfecho.
Insatisfecho de sus deseos.
Quería más que el mundo para mí.
En la etapa de nacer o no nacer no hay misterios.
Mi madre ya soñaba con un hijo hermoso, elegante,
sabio, codiciado, alegre y generoso.
Pero también ella sabía de los impíos vendavales,
de caminos escabrosos, de fieras en acecho.
Sabía pero callaba, que alguien me amaría.
Y que esa misma me despreciaría.
Pero sabía también que entre los ángeles cantores,
juguetones y nobles
se marcaría mi destino lleno de bendiciones.
Y todo esto es verdad. Lo sé porque lo sentí.
Hoy ella, mamá, me ha acogido en su vientre celestial.
Me cuida, me ampara, me aconseja. Y hasta me viste de humor.
Gracias, Mami. Tengo tu manto para secar mis lágrimas.
Tengo tus manos para sostenerme.
Tengo un sentimiento que me alienta para no caer.
Es tu bendición, madre mía.
Tu enviada.
Yo no la he visto, pero en la distancia me acompaña,
Sé que está en mí.
Se llama: ZAHADY.