Este hogar,
cuna y casa nuestra.
Con el río y la puerta abierta en bostezo.
La ventana mirando al prado.
Es el hogar
donde sepultamos la soledad,
en el vientre telúrico de los muertos.
Si el silencio se hace eterno,
la tierra abandona se ahoga
en la ciénaga de los pantanos,
donde los grillos callan, y
gime la noche viuda y hastiada
con lágrimas de sangre
como la espina de la rosa malvada, y
se abona el dejado desierto
con infecundo estiércol.
Tu y yo, de pronto,
Lo haremos nuestro páramo vivo
Respirando mas allá del aire disuelto.
Poblando los áridos campos de este hogar
Hogar nuestro, de gleba y laboro, de donde
saltará el hijo del pétalo profundo, y
al emerger sacudirá su nariz
de polvo y tierra celeste.
En el jardín verde-mojado de oasis
de este hogar nuestro,
que construimos con el sudor
en la palma de las manos y
el corazón repleto de intento.