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Pusieron cadenas de plomo a las realidades,
cercenaron el presente y futuro de este señor,
con la pena de muerte dibujada por verdades
convirtieron esta humanidad en falso traidor.
Arrojado al mar por ensañamiento provocado,
juraron mi desaparición, cuando todavía vivía.
Como zatarra llegué, cual madero de naufrago,
a isla donde piratas forjaron una nueva vida.
En un par de meses pude retornar al punto vital,
ese lugar que, para mí, había triste comenzado.
El camino continuaría sin ser mas pirata leal
pero con la amistad de todo un barco ganado.
Edmond Dantes había fallecido en apariencia,
esa imagen oscurecí para esconder mi sombra.
Villefort, Mondego, pagarán con igual dolencia
como el sufrimiento por las muertes en mi hora.
Con el oro de Spada escondido en Cheatau D´if
arrogaré mi presencia de señor entre los nobles
labrando plan para caer en asechadoras manos
el último día de vida de quienes se dicen señores.
Fiesta en mansión comprada con oro reflotado,
entera la sociedad de expectadora a la celebración,
entrada triunfante maravillando a los invitados
por el noble que actuaba engalanado de anfitrión.
Primero Villefort, pensabas te habías escapado
pero al decirme sobre Mondego y del homicidio
mientras la policía escondida te veía confesando
condenaste tu estancia a prisión como suicidio.
Mercedes, mi mujer (amante fiel y aún al morir
ficticiamente mi nombre) llevó falaz casamiento
cuidando su vientre un hijo ignorado en mi vivir
siendo ocupado el deber ser padre por Mondego.
Mondego, tus embarques como emprendimientos
caerán por la culpa de traerte despacio hasta aquí.
Intentaste debilitarme disparando bala a Mercedes
aunque, salvada, avivaste furia enardecida en mí.
Huías a caballo pero tu orgullo no pudo resistirse
para resolver este duelo con espada empuñando.
Confiaste en el talento de tu espíritu pero perdiste,
clamaste por piedad pero yo no era ningún santo.
Juré mirando al cielo tuve mi venganza cumplida
derramando por esta ira lo que nunca había visto.
Por la ira, en adelante, solo haré el bien en mi vida.
Fue justicia privada como el Conde de MonteCristo.
Vito Angeli