Cesar Perez Marquiz

Vivir lo vivido

Muy temprano recorro algún camino aledaños al pueblo donde vivo,  la frescura de la mañana y el viento hacen que mis manos se enfríen, también mis orejas y la nariz, mi aliento al contacto con el aire se condensa un poco. 

Oigo mis pisadas al caminar, mi calzado se moja con el rocío depositado en el pasto y los pequeños charcos que salen a mi encuentro, los pajarillos revolotean y cantan en busca de comida.  Las reses con tranquilidad pastan en la cercanía, veo a un ordeñador, logro distinguirlo entre la niebla, grito su nombre y me regala un saludo con la mano acompañado con  una enorme y hermosa sonrisa.

La neblina se mueve de la cima de la serranía hacia su falda, con un movimiento suave y cadencioso, despacio e inexorablemente llega hasta donde me encuentro.

El verdor de la vegetación de la serranía  va desapareciendo hasta tornarse un solo cuerpo gris, ya casi no se distingue las divisiones de lotes hechas de piedra que sirven de  líneas de demarcación, tampoco los arboles, como figuras fantasmales se van perdiendo entre la niebla. Pareciera que alguien colocara  un enorme manto sobre las serranías y las hiciera  desaparecer convirtiéndolas en nube.

Ya  a mí alrededor se torna gris y una suave lluvia, como si fuese un rocío,  comienza a sentirse,  solo puedo ver con cierta claridad a unos pocos metros de distancia y después de allí solo distingo  figuras diluidas de árboles y arbustos. 

El camino va apareciendo mientras avanzo, alguien viene, oigo sus pasos, a pocos metros  logramos vernos y  nos saludamos alegremente, continuamos caminando y  volvemos a perdernos en la neblina.

Pienso… así es  nuestro trato con las personas allegadas y queridas, conversamos con aquellas que están cercanas, que se encuentran en el radio que nuestra vista logra distinguir con cierta claridad.   Si por alguna razón tenemos desacuerdos nos alejamos y sus figuras se vuelven difusas, aunque estén muy cercanas físicamente les gritamos pues creemos que están muy lejos.

Lo mismo sucede  cuando por nuestras actividades profesionales o personales nos alejamos,  dejando atrás amigos y recuerdos.  En ciertas ocasiones, al leer, escuchar música, al conversar con otras personas temas interesantes o  por el sentido que fuese,  traemos a nuestra memoria momentos olvidados y  aquellos nombres e instantes vividos, comienzan a tomar forma y logras reconocerlas…

Estoy llegando a casa, la niebla se ha disipado dejando un cielo limpio,  azul y hermoso, me espera un chocolate caliente y un trozo de pan casero recién horneado, una sonrisa sincera y un beso de amor genuino…qué más puedo pedir?… doy gracias a Dios por vivir lo vivido.