Escuché una paloma decir que el residuo de la lluvia es un viento almidonado,
un soplo casi visible, casi tocable.
Oí una flor expresar que no hay mejor día que cuando sale el sol
que no hay mejor cielo que el manchado por nubes que una vez fueron lluvia.
El día me miró y al mismo tiempo me miro el mundo con sus grandes ojos de avellana
me entregó en su mirada el verdor de una planta del monte
me mostró el canto minúsculo de las rolas enamoradas.
Despertó la luz después de días de tormentas
y en su alba trajo el resplandor de un lucero que despertó todos los sueños
una brillantes que hizo vivir el aire que hizo nacer la vida.
La blanquicie de un cielo azul dorado
hizo sonar sus campanas de silencio blando.
El monstruo del este se deshizo de sus ropas blancas
y mostró toda su esplendorosa grandeza.
El mar canta sus notas calladas y celebres
y las mariposas le responden con el bailar de su vuelo.
Las lagartijas revolotean con su verdor
llamando a gritos el amor y la esperanza.
Toda la naturaleza baila a un solo compás la canción de la paz,
disfrutan al mismo tiempo los versos de esperanza del deslumbrante sol.
A una voz repiten las estrofas enamoradas de la marea.