Fue de noche, viernes trece.
Fue de noche, noche eterna.
Se me encendieron mil vidas,
colgadas de las estrellas,
que conformaron mi cielo
de esperanza y luna llena.
Mis manos te acariciaron,
buscando su alma gemela.
Y mis labios descubrieron
la miel de tu vida entera,
que me ofreciste en los tuyos,
como clara recompensa
a tantos años callados
de búsquedas y de esperas.
Tú te rompiste en mis brazos,
sin canciones y sin letras.
Y mis poemas se ahogaron,
como náufragos poetas,
en un mar de sensaciones,
de vibraciones inquietas,
entre dolor y esperanza…,
en despedida sincera.
Te me fuiste ¡luna mía!
Te me fuiste tú con ella…
Ahora sueño esperanzado,
entre dolor y tinieblas,
a que lleguen otras vidas
de florida primavera,
donde mi árbol desnudo,
por siempre, junto a ti crezca.