¡Cómo hubiera yo querido
mirar el cielo, de noche,
a través de tu ventana!
¡Cómo hubiera yo bebido,
con auténtico derroche,
contigo copas de cava!
Entre sorbos y delirios,
yo gritaría tu nombre
como canto a la esperanza.
Y tus labios y los míos,
deseosos ya de roce,
besarían nuestras almas,
nuestros cuerpos, nuestros nidos,
desbordados por el goce,
en esa noche esmeralda.
Y mi silencio, dormido,
descansaría –sin voces-
enredado entre tus sábanas.
Entre gorjeos y trinos,
entre perfumes de amores,
llegaría la mañana.