San Petersburgo, amigo,
sueño de un emperador
naciste para trescientos años
de marismas al mar robadas
en alta cuna del mayor postín…
Palacios fueron invadiendo
las orillas del caudaloso Neva;
canales venecianos fueron uniendo
a sus aguas las de otros ríos
para entregarlas dulcemente
al aparente apacible Báltico
de sus sueños...
Mar Báltico, mar enamorado,
que sigilosamente besa
tus orillas frágiles y lisas
y te añade una caricia
con una delicada brisa
traída desde el eterno invierno…
Mar Báltico, mar justiciero,
de él vendrá tu desaparición,
San Petersburgo gallardo,
cuando despierte un día enojado
por el ultraje que le hicieran
hace ya trescientos años
aquella humana y altiva realeza…
Trescientos años, dijo la profecía,
que tu vida tendría que vivir…
mas, creo yo, serían trescientos años y un día
esa condena que te impusiera
porque los tres siglos acabas de cumplir.
¡Oh, San Petersburgo, majestuoso!
hoy te yergues muy esbelto,
dando sombra con tus monumentos
a las aguas amenazadoras
y casi inmortal te sientes,
riéndote dentro de ti…