Gustav Steiner

Un día...

Sentado, pensando en momentos pasados,
vuelve a abrazarme la cruel soledad,
mi mente se pierde llena de estragos
acumulados en un río de tempestad.

¿Cual podría ser la razón deste sentir?
Podría ser la languidez de mi cuerpo
que envenena mi espíritu y me atrapa
en sueños incumplidos, futuros inciertos.

Algo si es seguro: Prefiero hundirme solo,
la muerte de la moral me corresponde a mi
Nadie merece en su alegre y feliz vivir
embriagarse con la tristeza de mi sentir.

Pero... ¿Podría ser acaso el recuerdo?
¡El pasado es pasado y debe de estar
enterrado en lo más profundo del alma,
aunque el recuerdo traiga nostalgia!

¡Congela mi alma aquel feliz invierno
donde mis ojos buscaban tus luceros,
mi boca bebía del vino de tus besos
y tu nombre traíame el basto viento!

¡Que tiempos alegres fueron aquellos!
También los instantes de mi infancia
cuando corría y soñaba con fragancias:
ahora sólo sueño murmullos y rezos.

Los libros aquestos que traíanme consuelo
apagan sus voces al verme gimiendo.
Yo digo: Maestros, no entiendo el dolor
que quema y me arranca la vida.

Hijo, emprende tu tal recorrida
y sigue sufriendo, que de nosotros,
aunque sin hojas quedemos,
no arrancarás ni un grano de consuelo.

Es el mundo que cargo en mis hombros.
Atlas ríe a mi suerte y proclama:
Gracias, mis égidos dioses que diste
a este pobre un mundo a peores.