Qué más podría decir, cuando elevo mi mirada al cielo.
Qué más podría decir, si tengo tu nombre marcado a fuego
y tú llevas el mío por las calles, mordiendo el silencio
y cada letra que sale de tu boca.
Qué más podría decir si es mi brisa la que ondea en tus cabellos
y enciende tu sonrojo al recordar cada una de mis cosas. Y sonríes.
Qué más podría decir a este cielo que de pronto amenaza con la lluvia.
Que importa si llueve. Caerán las gotas en lágrimas de otros, no en las mías.
Qué más podría decir, si tengo en mis manos tu voz, pasea conmigo
y con mis pies y es tu susurro el murmullo de la calle y el parlotear
de los pájaros o el vuelo cadencioso de alguna de sus plumas,
Qué más podría decir, si el día se oscureció de pronto y sólo lo ilumina
tu sonrisa.
Qué más puedo decir, si mis manos saben de senderos,
de desvíos escondidos
en tu cuerpo
y tu cuerpo sabe de mis manos,
las conoce y las recibe
con la avidez
de tus desvíos escondidos,
si mis labios también conocen
por haber explorado
tu piel y hasta tu aliento,
y se trepan impetuosos
en las colinas y se dejan caer
con mansedumbre en los valles
de la eternidad humedecida.
Qué más podría yo decir, si ahora el cielo está enojado y redoblan
sus tambores con bronca, lloverá seguramente.
Y yo en tu regazo haré mi nido.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.