tu cuerpo quimerico;
inasible en vigilia,
pero palpable en sueños.
tus ojos celestiales;
que cuando los contemplo
me remite hacia mundos infinitos,
mundos oníricos,
que aguardan un lecho
en el que podamos colmar la noche
con nuestros besos hedonicos
y nuestros acaricias interminables.
entonces nace el fatigable crepúsculo;
con su rostro insondable,
con su hálito inexpugnable,
y aún existo
porque como una vaga flor
que soy,
necesito de tu tenue lluvia para vivir.