Caminar por el cielo,
ver el infinito con los ojos del alma,
es un obsequio para el pensamiento,
es un momento para admirar la belleza de las cosas sin valor terrenal,
ver las maravillas que nos rodean y abstenernos de ignorarlas,
sentir desde el espíritu como la luz entra en el corazón
y el viento nos regala una caricia
al instante en que logramos ver las estrellas.