Me borraste de tu vida, como algo fácil se olvida.
Desdibujaste de mi rostro la sonrisa que tanto crecía.
Me quitaste el mañana de un día que yo tanto quería,
Y alejaste de mi mente una felicidad sentida.
¡Por eso, no te perdono tu partida!
Me dejaste desgarres de tristezas y un corazón dolido.
Me dejaste soledades eternas y un miserable mundo frío.
Me dejaste confinada a la existencia de un recuerdo
y provocaste en mi vida más de un desvarío.
¡Por eso, no te perdono que te hayas ido!
Tu ausencia me ha provocado estragos,
Tu abandono me ha sucumbido
A los más profundos fuegos
De miles de errores cometidos.
¡Por eso, no te perdono que no hayas venido!
Padre, que me hayas olvidado,
me ha hecho grave daño.
Me has dejado un eterno corazón desolado
Que por ir en busca del amor negado
Se ha aferrado
a hombres que no merecen ni un halago.
¡Por eso, no te perdono tu descuido!
Crecí anhelando amor,
y deseando amor he vivido.
Pero nunca lo he conseguido,
porque busco aquél que un padre,
a su hija en los días de adolescente negó
sin darse cuenta
de cuánto mal a ella eso, le hacía.
Crecí anhelando amor,
y deseando amor por siempre he vivido.
Y dudo que lo consiga,
porque mi corazón sólo ha aprendido
a desear un amor mal correspondido.
Por eso padre,
no te perdono que me hayas condenado
a creer que amar
es desear a alguien con quien no pueda estar.
Y que para estar, deba luchar
para que de mí se pueda enamorar.