Los dioses, estirando el cuello…
miramos todo sobre el hombro,
no nos detenemos por nada…
sólo echamos una ojeada.
¡Exaltar el ego y la megalomanía
es tarea primordial de cada día!
Usamos el verbo casual, primoroso,
el cual se reconoce por ser mentiroso.
Los dioses construimos bellas elegías
con un puñado de letras mal elegidas,
tras nuestras farsantes lágrimas…
hay otras derramadas, verdaderas.
Eso no nos importa… somos dioses,
brindamos eminentes alegrías
y dolorosas, hondas tristezas,
pero eso, no nos interesa.
Somos dioses… luchando por seguir vigentes
en los favores de la gente,
tenemos instinto animal
porque así nos acercamos a lo sobrenatural.
Hemos subido con tanto aspaviento
que caemos como piedras sobre el pavimento,
ahora nos lastima vernos en el suelo
y sufrimos en nuestro propio desconsuelo.
¡Dioses de nada, ídolos de barro…
engarzado en la miel de un mundo fatuo,
ese mundo constreñido que te ensalza
es el mismo mundo, que sin pena te sepulta.
Delalma
Martes, 25 de enero de 2011