Los zapatos se desgastaron en Berlín
y los párpados se sintieron débiles al saber
que hay caminos bajo el asfalto,
vías diseñadas por las manos toscas
de los elfos sin prestigio humano.
No descuelgues el teléfono
cuando veas mis fotos
recorriendo las callejuelas de Dublín;
no me beses si el amor se va,
o ya se fue, al fin…
Calcina mi ambiente rebuscado
y consérvate firme cuando la milicia
desgarre mi verso inconcluso.
Visita el lugar de donde huyes,
atúrdeme con tus malestares
de mujer incapaz de considerar
las ciudades en las que jamás he estado,
urbes con sabor a sombrero escéptico
y licores espontáneos.