Era rubio cual los trigales,
un día, Dios lo apartó de mi lado,
mandó un cortejo de ángeles
a llevar al niño, que no estaba alado.
No me esperaste mi hermoso...
llegué tarde por el día lluvioso,
yo traía tus alas
no quería que se mojaran.
Te fuiste al cielo sin ellas
y dejaste marcadas tus huellas,
para cuando yo parta
no me pierda con ellas.
Era un día lluvioso
y el agua caía a torrentes,
en mi alma, formando un pozo
que no encontraba vertientes.
Te fuiste mí pequeñito
con tan sólo cinco añitos,
no me esperaste mi niño
y mi corazón lloró a gritos,
sembrándome en el alma
un jardín marchito.
Tu partida fué inesperada
sin un anunció... sin nada,
adelantaste tu viaje
un día de madrugada.
Niño de rizos de oro,
de piel pálida color de luna,
te fuiste a jugar con los ángeles,
dejando sola tu cuna.
Recuerda mi niño bello
qué yo te quiero, cómo ninguna,
tu recuerdo está vigente
en mi vida y en mi mente.
Con el transcurrir del tiempo,
el cielo se tornó transparente...
y yo te veo mi dulce niño
envuelto en velos de nubes,
arrullado por querubes.
Duerme tu eterno sueño
en las almohadas de pluma,
que yo guardaré tus alas
en un estuche de nacar.
Y cuando las mil auroras
al despuntar, me digan
que ya es hora de partir...
yo partiré dichosa
a ese cielo sin fín,
para entregarte tus alas
y...que seas un querubín.
Muy juntos mi niño, estaremos,
del eden, en su jardín...
yo, volando como un ave
y tú, como un querubín.
Felina