Acude la sangre a tus caderas con mi presión de manos.
Pulgares e índices en u que viajan ascendiendo,
se clavan en tus axilas.
Al leventarte,
te acerco hacia mis labios
y desatamos una batalla de carnosas espadas.
Más tarde,
sin noción de espacio y tiempo amanecemos,
para estar,
otra vez,
pariendo fuegos.