Nací cuando tú eras solo la semilla
de una promesa entera.
Flotabas, quizás
reflejabas la espalda de un planeta de agua.
No habías mordido la pulpa de algún beso
ni abrazado esculturas pulidas por el viento.
No sabías de velos y cascadas
eras solo el suspiro de una fragua en calma.
Quiero decir con esto que no estabas
cuando las gotas del tiempo sufrían en mis yemas
y azorado miraba las estrellas
mientras titilabas barcos de papel encendido.
Ahora, los dos
goteamos un milagro en estas horas nuevas
y nos humedecemos juntos en la tierra mojada.
Luego
más luego que tú, yo seré lo que tú has sido:
tú mirarás las estrellas desde abajo
yo seré un reflejo en las luces del cielo
solo el recuerdo de una jaula rota.
Y daremos otra vez la vuelta al reloj de arena.