Lo peor de perderte
no es tener que escuchar canciones
yo solo, de los años setenta
y nunca entender tus razones
para descoser suspiros en una almohada.
No es solo haberte perdido.
Es que nada me duele y el perro no ladra.
El gato y los ratones se ahuyentan
al mirarme desmantelar los recuerdos
y desalojar la casa de olvidos.
Pero me roban los sueños
por dejar las puertas abiertas
esperando recados del viento.
Y no es tampoco que muero
de hecho, ya mi alma está muerta.
Es esta oscuridad diminuta,
son estos versos tontos de enero,
este envolver con tristeza y ternura
a mi suerte tan torpe.
Y más pronto que tarde y más nunca
no es preciso que entiendas los golpes
de mi orfandad, ni la bulla
incómoda de esta agonía escurridiza
vestida de cenizas de este amor, simplemente.
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