Con la oscuridad del alma
y el frío entre los huesos,
se escucha a lo lejos
quejidos de mujer...
Abandonada a su suerte
y con sus cuatro vástagos
que lloran por el hambre
hasta el anochecer.
Vio labrar la tierra
de terrenos baldios,
vio sangrar las manos
empuñando el azadón,
vio sudar la frente
de su amor querido,
vio rodar las lágrimas
quemantes de dolor...
Vio caer los nidos
de ese árbol añejo,
ha visto estremecer
las hojas del ciprés.
Vio golpear la brisa
la cara de los niños,
cuando alegres correteaban
en el senderito aquel...
sus ojos cual luceros
y en sus labios la sonrisa,
elevando un barrilete
que se enreda en la cornisa.
Pero un día cualquiera
se enlutó su alma,
aquel que ella quería
lo ha visto fenecer,
por manos criminales
que cegaron su vida,
ahora está viuda
y sin saber que hacer.
Le quitaron la parcela
la que tanto quería,
ahora está con hambre
y camina por doquier.
No tiene calesita
su cuerpo se marchita,
sus pies tienen la marca
impresa del dolor
y van dejando huellas
impregnadas de la brea,
que le saturó en sus plantas
el incandescente sol.
Felina