En el anhelante susurro de la noche cristalina
una noche cualquiera, una más sin caricias,
sin amor desafiante, sin ninguna sonrisa
sin esperanza del hombre que me hiciera trizas.
En la noche más bella, en la noche perfecta,
aquella que bien pudiese parecer de princesas,
sin besos preciosos ni enamoradas miradas,
solo soy una mujer que ya no le teme a nada.
Perdí el miedo a estar sola, a no estar acompañada,
me siento suficiente para desafiar las miradas,
para luchar por mí misma, para caminar mañana,
para sentirme feliz sin necesitar ya nada.
Perdí el miedo de sentir que no volvería a sentir,
de no sentirme amada, de morir olvidada,
pues ahora entiendo que simplemente basta
mi amor propio y orgullo para callar las palabras.