En la calle hay de todo,
en el mercado hay caras ajadas, ojotas, sudor y esfuerzo
todos se mueven, canastas con frutas, las verduras vuelan
alborotos y gritos, pase por aquí, asómese a tal puesto, compre aquí,
Las uñas sucias, manos agrietadas, rostros sudorosos,
cargamos y descargamos y se va otra mañana de trabajo.
Por la calle también encontramos a las viejas,
las abuelas con sus canas y polleras,
abren sus chaucheros con esfuerzo y pagan el transporte
todo sucede lento en sus vidas,
el ocaso ya se acerca.
Hay de todo,
mujeres mayores con sus tenidas fosforescentes y estrafalarias,
otras con suecos y calcetas rosas, armonía sin armonía.
Otras altivas, sus cabellos rubios, sus grandes pendientes,
sus trajes cincuenteros, sus botones de oro,
su soberbia de antaño.
Hay otras en calma, pulcras, blancas, serenas
sus ojos están llenos de recuerdos y alegrías
sus manos de caricias, de flores.
Otras más pintorescas, con sus blusas floreadas,
sus faldas americanas, sus cabellos en tubo enroscado,
sus rostros alma en pena o alegría desbordante.
Hay viejas sucias, indiferentes, malolientes, gritonas,
sordas al mundo.
Pasean por la ciudad con su bastón y su sombrero
también los abuelitos, muy pasivos ellos
con su pañuelo y chaqueta siempre
y con su semblante de memorias y nostalgias y rosas y mares.
Hay otros, los viejos, esos son verdes,
miran la carne dulce y joven mientras las babas les corren,
no pueden más que observarla, pues su virilidad ya está cabizbaja
son molestos para ellas, perturbadores, viejos cochinos
que tienen mujer o están solos, quién sabe,
viven entre el cielo y la tierra.
Todos caminan en la calle,
de cordillera a mar, de mar a cordillera,
de norte a sur, de sur a norte,
se mueven, corren, gritan, atrasados, apurados,
lento, descansan, pasean.
Las micros y sus bocinas revuelan el ambiente,
con sus bolsos y sus dedos adoloridos siguen adelante,
todos,
otros lloran, otros ríen, otros recuerdan, otros reviven.
A la calle vamos todos.