Tan fuerte que pareces,
hombre todo, en plenitud naciente.
Tan grandes tus hombros,
con pecho erguido y andar valiente.
Mas mis ojos de hermana,
que tu camino atentos siguieron,
aún te reflejan cual niño,
lleno de dudas y miedos.
Completa mi vida entregaría
para que nunca conocieras
el sufrir del corazón roto,
las noches de llanto, pasadas en vela.
Quisiera guiarte, sostener tus pasos,
y tu refugio, un cuenco entre mis manos.
Leerte las señales del mundo,
marcarte el camino entre los campos.
Enseñarte que casi siempre lo simple
puede ser lo más hermoso.
Que los espejos y las rosas,
pueden llegar a volvernos locos.
Mostrarte que con esfuerzo
se alcanza lo verdaderamente grandioso.
Que con trabajo y cansancio,
reconocemos lo que es valioso.
Ser ejemplo en actos de amor,
necesarios para cambiar el mundo,
darte esperanza y regalarte vida
para que con ética dibujes tu rumbo.
Sería ingenua si no entendiera,
que no podré estar siempre a tu lado.
Y egoísta si no te permitiera,
equivocarte como yo me he equivocado.
Sólo espero que el tiempo
te forme entero y sensato,
dulce como la miel más pura,
sabio como los brujos ancianos.
Siempre joven, para seguir jugando,
convencido en todo lo que haces,
vivo, para no ser engañado,
humilde, como todos los grandes.
Yo podre darte siempre mis consejos,
y el amor más puro y desinteresado.
Ahora tú tienes que escoger tu camino,
sabiendo que mientras pueda, yo estaré a tu lado.
Tontonela