Te mire enamorado sin siquiera conocerte solamente me habían hablado de ti.
Acababa de verte, y ya me habías seducido ya me sentía tuyo si, tuyo muy tuyo.
No te extrañes… pues me enamoro a simple vista… será que necesito un poco de amor.
¿Será por eso?… ¿Por lo que me enamore de ti? ¿O es que tuve un flechazo? El caso es que me embrujaste con solo mirarme.
Bueno algo te gustaría de mí a ti también, pues me dijiste, que te acompañara, a tu casa y allí paso todo.
Nada más entrar en el salón, me cogites de la mano para guiarme a tu salón, ponerme una copa, y a continuación, te sentarte a mi lado muy cerca de mí rozándome con tus piernas tus bellas y largas piernas.
Eso hizo que mi excitación aumentara y mi pantalón quisiera reventar la bragueta, cosa que a ti no te paso por alto y te abalanzaste como el pez al cebo.
Como dos autómatas nos lanzamos uno contra el otro y comenzamos a arrancarnos las ropas que saltaron por todo el salón. Mientras nosotros caíamos enlazados en la alfombre.
Solo la piel tapaba tus carnes cuando mi lengua comenzó a recorrer desde los dedos del tus pie hasta tus muslos, parándome en la entrada de tu húmeda caverna.
Se escucharon gemidos jadeos gritos aullidos balbuceos y todo lo imaginable cuando… mi miembro comenzó a entrar suavemente en tu húmeda y caliente vagina.
El sudor resbalaba por nuestras espaldas por la velocidad de nuestro movimiento sincronizados como si de un vals es tratara pues estábamos bailando la danza del amor.
Autor: Joaquín Méndez. Reservados todos los derechos.
02/02/11